sábado, 29 de junio de 2013

Imitación y libertad... menuda responsabilidad

De vez en cuando surge algún vídeo o foto "cucos" en la que podemos observar a algún niño, normalmente muy pequeño, haciendo algo impropio de su edad, o mostrando una cualidad inusitada, que nos enternece y nos llena de admiración. 
Suelo ser la única que no se entusiasma demasiado ante estas cosas. Y os diré por qué. 

Un niño de tres años recitando la alineación de "su" equipo de fútbol; una niña de seis cantando con voz gutural un tema death metal sobre zombies compuesto por ella misma; una criatura de cinco bailando, insinuante, reggaeton; un niño de siete orgullosamente toreando novillos... Niños extraordinarios que sobresalen en cosas que a los adultos nos gustan, pero que normalmente a los niños no. Unas veces estos niños nos encantan (normalmente, esto sucede cuando eso que hacen ya te gustaba de antes); otras nos horrorizan (si son cosas que no entran en nuestros gustos personales).

Distingo dos posibles explicaciones de estos casos: o bien se les ha alentado directamente, o bien ha sucedido "espontáneamente". 

Ejemplo: el niño culturista
  • La primera explicación no tiene vuelta de hoja: No me parece divertido que los usemos de percha de nuestros gustos y aficiones. No digo que esté mal, ni bien. Digo que no me agrada difundir estas imágenes de niños en papeles de adulto con el único resultado de inflamar tu orgullo adulto heavy, torero, futbolero, de padre, o lo que sea. Para que desarrollen su personalidad única tienen ya mucho que trabajar en la vida como para que los adultos les pongamos más obstáculos con expectativas propias. Y no hablo de esas inocentes bromas que todos gastamos disfrazando al niño o enseñándole alguna cosa tonta para que la repitan y nos riamos: hablo de verdaderamente alterar las aficiones y gustos de un niño por una influencia adulta directa.

  • La segunda explicación me parece compleja y desde mi ignorancia reflexiono muy a menudo sobre ello. Os cuento una parte, la más "académica", de lo que me da vueltas en la cabeza:

En esta segunda explicación hay un denominador común: los adultos del entorno inmediato verdaderamente jamás le han presionado, ni inculcado nada: "es innato", "no sabemos de dónde lo ha sacado", afirman, destacando la enorme personalidad, inteligencia, arte, sensibilidad... que demuestra la criatura. Y que tanto les agrada, claro.

Los niños, biológicamente, están programados irremediablemente para la imitación constante, en el plano físico y emocional, de todo lo que les rodea. La explicación científica son las neuronas espejo que tenemos en el cerebro. En cualquier caso, es un mecanismo de estimulación, aprendizaje temprano, adaptación y obtención de la aceptación y afecto de los adultos (supervivencia) extremadamente efectivo... y como efecto secundario, es un reflejo fiel de los gustos de padres, educadores y el entorno en el que vive esa persona en crecimiento. 
El sistema de espejo permite al ser humano hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás con sólo verlas o recordarlas.
Al madurar, el niño va adquiriendo nuevos mecanismos, pero hasta aproximadamente los 7 años viven inmersos en absorber el mundo, como popularmente se dice, "como esponjas".

La imitación la traemos de serie: los bebés ya la muestran.


Más información sobre las neuronas espejo en este artículo en El País y en este reportaje de Redes.


Los niños no sólo responden a estímulos a lo Pavlov (conductismo), por supuesto, pero evidentemente el factor estímulo-respuesta es gigantesco en estas edades y el control... lo tenemos nosotros los adultos. Este artículo, "Cinco razones para dejar de decir <<Muy bien>>", es una interesante reflexión que, ya tenga razón o no, apunta, muy a su modo, al problema que quiero destacar: 
"La razón por la cual los elogios pueden funcionar a corto plazo es que los niños pequeños están hambrientos de aprobación. Pero nosotros tenemos la responsabilidad de no aprovecharnos de esta dependencia para nuestra propia conveniencia. 
De seguro, no todo uso de elogios es una táctica calculada para controlar el comportamiento de los niños. Algunas veces felicitamos a los niños solamente porque estamos genuinamente complacidos por lo que han hecho. Sin embargo, incluso en esos casos, vale la pena poner más atención. En lugar de aumentar la auto estima de un niño, los elogiados pueden incrementar su dependencia hacia nosotros. Mientras más decimos “Me gusta la forma en que tú....” o “Muy bien hecho...”, incrementa la dependencia de los niños hacia nuestras evaluaciones, nuestras decisiones acerca de lo que está bien y mal, en lugar de aprender de sus propios juicios. Esto los lleva a medir su valor en términos de lo que a nosotros nos hará sonreír y darles un poco más de aprobación."

Niña Heavy con papi
Y por esto, al ver estos "enternecedores" niños, me da por reflexionar dos cosas: 
Primero, si el niño no habrá puesto en marcha sus poderosos mecanismos de imitación y habrá dado con algo de los adultos que lo rodean, no adecuado a su edad, pero que de algún modo le fascina y empieza a imitar (sin negar que pueda haber total genuinidad en algunos casos). Recordemos que no sólo imita, sino que también adopta los sentimientos. Realmente ha hecho suya la conducta, la vive, la siente. Ejemplo: la niña heavy... cuyo padre es heavy.


Y segundo, si podría haber sucedido que al dar con algo que ha provocado una respuesta o un refuerzo por parte de los demás hacia su conducta, el niño la haya adoptado como propia y la haya fomentado en vista (inconscientemente) de la atención y aprecio que recibe cuando muestra la conducta nueva.
Los adultos de su entorno no habrían hecho nada en particular; simplemente, en su interior (o con sus gestos, o palabras, o risas...) habrían reaccionado emocionalmente al ver a la joven persona hacer algo que ellos aprueban (o que les hace gracia, o sorprende, o incluso que les asusta), y con eso ha sido suficiente.

Muchos niños usan estas conductas (que imitan o que se les refuerzan, o ambas a la vez, como me temo que sucede más a menudo) para canalizar sus verdaderas cualidades naturales, es decir, había en ellos una predisposición. Y muchas de estas conductas no son malas. Pero otras muchas son contra natura, simplemente. Y el caso es que los niños realmente aman eso que hacen, y paradójicamente en muchos casos lo hacen en realidad por nosotros y no por ellos mismos...  Vaya lío.

¿Dónde está el límite entre el respeto al niño (dejarle que haga lo que hace y ama) y no fomentar conductas a nuestro gusto que abusan de sus mecanismos de adaptación y aprendizaje?


Es evidente que no se puede ser neutral y hagamos lo que hagamos vamos a influir en los niños, y eso les hará crecer, enriquecerse, y va dirigir el desarrollo de sus cualidades y deseos futuros. 


Pero estos casos más "extremos" me resultan impactantes:
  • Me ayudan a analizar profundamente el ejemplo que doy con sólo estar ahí y a reconsiderar mis reacciones ante lo que hace o dice un niño; me hacen darme cuenta de lo mucho que influimos en su juicio propio, su autoimagen, su camino personal, y la cantidad enorme de cosas que les transmitimos (y que reciben también a través de los medios de comunicación) sin ni siquiera darnos cuenta.  
  • Me hace ver lo importante que es darles exactamente la misma atención y afecto cuando son cucos y cuando no lo son, porque les queremos por ser ellos, no por sus monadas. 
  • Reflexiono sobre cómo apoyarles en sus actividades y talentos sin darle importancia a si es graciosísimo o no, con toda seriedad y amor, y saber que es su yo interior el que le inspira.
  • Siento que debemos proteger sus infancias (que sólo se tiene una vez en la vida) y que en este mundo loco hay muchos niños confusos.
Y lo que más me emociona:
  • Me doy cuenta de cómo se abren sin reservas y en total inocencia al mundo y se dejan empapar por nuestras cosas de adulto sin filtrarlas ni juzgarlas. 
"Menuda" responsabilidad para nosotros.








2 comentarios:

  1. Muy bueno, Ana... ¡Felicidades por el artículo y el blog! Y ufff, terrible la foto del niño culturista. Vivir para ver... Besos, Brot

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  2. Pedazo de artículo. Gracias

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